La juventud indígena se levanta

Por: Lina Salas

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A medida que caminan juntos, se convierten en una marea, imponente e imparable. Los jóvenes llenan las calles de Nueva York, con voces tan fuertes que retumban en los edificios y despiertan a los habitantes de la ciudad. Y al frente, liderando la marea, se mueve un grupo de jóvenes indígenas, que ha viajado desde muy lejos para decirle al mundo que es hora de cambiar.

En la Marcha del Clima de Nueva York, el pasado 20 de septiembre, se movilizaron cerca de 300.000 personas. Quienes lideraban la Marcha eran jóvenes, en su mayoría, de la ciudad. Llevan cerca de un año manifestándose en esa y otras grandes capitales del mundo, representando un movimiento que busca generar medidas instantáneas para luchar contra el cambio climático. Entre ellos, al frente, se manifestaba una delegación de jóvenes indígenas y locales de los bosques tropicales, los Guardianes del Bosque.

Los jóvenes que marcharon se encontraban allí por primera vez, pero, sin conocerse, llevaban años levantándose juntos por la misma causa. En rincones de la selva de Indonesia, Kenan vuela drones para lograr demarcación de las tierras indígenas. Tiene tan sólo 14 años, y ya se alza victorioso a recibir junto a su comunidad un premio por su labor de reconocimiento de límites y tierras tradicionales. Hace cine comunitario, para recordar a las nuevas generaciones los relatos de sus ancestros.

En medio de los bosques centroamericanos, Militza lucha por la representación cultural de las comunidades tradicionales en las políticas medioambientales. Como ella, cientos de jóvenes panameños, mexicanos, guatemaltecos y hondureños caminan las calles de sus ciudades y los suelos de su selva, reconociendo el bosque y su historia. Los mandatarios les escuchan, tanto que reciben visitas de ministros y presidentes para entender sus formas de vida y el aporte que hacen a la vida en la tierra.

En el Brasil profundo, Artemisa canta sobre la deforestación que aqueja a su pueblo. Además de su música, la mueve la psicología, porque cree que si logra entender las mentes humanas, va a poder convencer a más personas de la necesidad de transformar la forma en que vivimos. En su comunidad, como en cientos más en Brasil, mueren los líderes que protegen la tierra, y ella lucha por cada uno de sus muertos y sus heridos.

Sobre las montañas bolivianas, María José trabaja con los líderes de su territorio para luchar contra las políticas extractivistas. En agosto se quemaron miles de hectáreas de bosque en su país, y el dolor del fuego les mueve para luchar por el futuro. Sabe que hay intereses detrás de las quemas y las tomas de sus tierras, pero sabe también que entre más jóvenes hagan parte de la batalla, más posibilidades tendrán de ganarla

Así, cientos de jóvenes indígenas se levantan en los bosques tropicales del mundo. Se mueven como una única ola y son invencibles.

“La lucha por la madre Tierra es la madre de todas las luchas”, dice Artemisa en la tarima, frente a miles de personas. Esa es la lucha que los ha unido, la que les lleva a batallar cada día con más fuerza, para garantizar que el mundo tenga un futuro. Saben que, sin la fuerza de su voz, el futuro es gris. Han visto cómo las máquinas arrasan con sus tierras, cómo se secan los ríos y mueren las especies. Por eso, por sus ancestros y sus tierras, por las especies de los bosques y el verde en el que han crecido, se unen aunque no se conozcan, y luchan a cada segundo para evitar un futuro catastrófico.